Señora, ha tenido un arquitecto
Memorias de un niño curioso
Desde pequeño, mi pasión ha sido entender cómo funcionan las cosas.
Recuerdo que, de niño, cuando aprendía a leer y a escribir, mis abuelos Manuel y Piedad tenían una enciclopedia de inventos, con bastantes descripciones y algún que otro dibujo. En él, las típicas preguntas del ¿qué? ¿por qué? ¿cómo? o ¿para qué? tenían respuesta.
Era una especie de antecesor del fascinante libro “Cómo funcionan las cosas”, de David Macaulay; libro al que recurrí con pasión desde los 9 o 10 años para conocer la naturaleza de las cosas que usamos y vemos todos los días.
También recuerdo a mi padre Pedro respondiéndome con pasión las preguntas que le hacía sobre un montón de cosas de ingeniería, coches y motores; yo era el típico niño preguntón. Todas las semanas esperaba pacientemente las revistas de coches y una fantástica colección de historia del automovilismo por fascículos que compraba. Podría decir que aprendí a leer gracias a revistas de coches, libros sobre inventos y, cómo no, Mortadelo, Mafalda y Asterix.
Con tantos cacharros e inventos, iba más para ingeniero que para arquitecto
En cualquier caso, todo conducía a resolver la curiosa mirada de un niño que se fija en el mundo que le rodea.
Es por ello que también sentía pasión por la naturaleza y los extraños y complejos mecanismos que hacen que exista la vida que conocemos. Observaba la fragilidad de las flores, su armonía y belleza geométrica. Cuando un niño va haciéndose mayor, descubre la grandeza del mundo; pero también la finitud de sus recursos.
De niños, aprendemos la importancia de observar, de ser felices, de disfrutar del momento, de imaginar, inventar y crear. También aprendemos a no tirar comida, a compartir, a gestionar nuestras basuras, a no derrochar. En definitiva, aprendemos a respetar la naturaleza; porque nosotros también somos ella.
Con el paso del tiempo, cada vez me fijaba más en los edificios; sentía curiosidad. Quería saber cómo se hacen los edificios, cómo resisten el paso del tiempo, por qué aguantan sin inmutarse el viento, las nevadas. ¿Cómo harán para que casi no haya pilares?
Quería entender por qué pasamos frío o calor en ellos y cómo podemos vivir más cómodos sin tener que estar todo el día derrochando petróleo o gas. Veía cómo iba creciendo la ciudad, y me sorprendía que, según cómo se ordenaran los edificios y las calles, los barrios de las ciudades fueran tan distintos. ¿Por qué no harán todos los barrios para que los niños podamos jugar fácilmente?
De adolescente, ver a mi padre convertir en casa el pajar donde los abuelos Marino y Olimpia tenían ovejas reafirmó mi pasión por la construcción y la edificación. A pesar de tener que levantarme a las 6 y pico los fines de semana para ayudarle, me divertía.
Mi madre, Piedad, con su devoción por el trabajo y el aprendizaje contínuo, me enseñó la importancia de elegir una profesión que te apasione, que te llene y que te permita disfrutar ayudando a los demás; con sentido de justicia y responsabilidad.
Con el paso del tiempo, he conseguido mantener la curiosidad (algo que parece ser muy difícil), lo que me permite enfrentarme a los retos del sector.
Gracias a esa curiosidad, he descubierto que el fin último de la Arquitectura, y mi misión, es mejorar la vida del ser humano.
Esa curiosidad me hizo arquitecto.
Iker Gómez Iborra, arquitecto fundador de IG Karratu Arkitektura, investigando con sus primeros hormigones.
